jueves, 25 de mayo de 2017

Poema "Golosinas" de Mario Andrade

Poema que hemos leído hoy en la reunión del club. Dedicado especialmente a las personas de más de 50 años... Fue recibido por correo electrónico ¿qué os parece?

MI ALMA TIENE PRISA

Conté mis años y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora.

Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces; los primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.

Ya no tengo tiempo para reuniones interminables donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.

Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.

Mi tiempo es escaso como para discutir títulos. Quiero la esencia, mi alma tiene prisa… Sin muchos dulces en el paquete…

Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana. Que sepa reír de sus errores. Que no se envanezca, con sus triunfos. Que no se considere electa antes de la hora. Que no huya de sus responsabilidades. Que defienda la dignidad humana. Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.

Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.

Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas… Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñaron a crecer con toques suaves en el alma.

Sí…, tengo prisa…, tengo prisa por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.

Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan… Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.

Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.

Tenemos dos vidas y la segunda comienza cuando te das cuenta que sólo tienes una.


Poema *'Golosinas'*,

Mario de Andrade
Brasil, 1893-1945.

martes, 9 de mayo de 2017

Estamos leyendo... "El perro que ladraba a las olas"

Sinopsis:



El mundo de la niñez de Hugo Hamilton, nacido y criado en Dublín, es un lugar confuso. 

Su padre, un nacionalista irlandés que en ocasiones raya la brutalidad, obliga a sus hijos a hablar en irlandés, mientras que su madre, una emigrante alemana de voz suave muy marcada por los horrores del pasado nazi, les habla en alemán. El niño quiere hablar inglés, que es, en último extremo, la lengua en la que habla el resto de los niños dublineses. Así, el inglés es el idioma que utilizan cuando lo persiguen por las calles, lo llaman Eichmann, y cuando lo llevan a juicio y lo condenan a muerte en un tribunal ficticio reunido en el malecón. A partir de este sentimiento de miedo y de culpa, y de una serie de desencuentros interculturales no exentos de carácter cómico, el niño trata de captar las diferencias entre la historia irlandesa y la alemana, y de dar la vuelta a la lógica enrevesada que le transmiten como la verdadera. Es un viaje que termina con la liberación, pero no antes de que descubra los secretos que durante mucho tiempo han permanecido ocultos en el fondo del armario de sus padres.